30 jamás maldije a nadie ni pedí venganza.
31 A ninguno de mis siervos dejé pasar hambre.
32 Jamás rechacé a los extranjeros; mis puertas estuvieron abiertas para todos.
33 Jamás traté de ocultar mis pecados como el común de la gente,
34 por temor a la multitud y a su desprecio, negándome a reconocer mi transgresión.
35 »¡Cómo quisiera que Dios me escuchara! Estampo aquí mi firma; que me responda el Todopoderoso. Si él quiere contender conmigo, que lo haga por escrito.
36 Llevaré esta acusación como una corona.