17-18 haciéndoles cambiar de opinión, guardándolos del orgullo, y previniéndolos sobre los castigos del pecado, y evitando que caigan en algún lazo.
19 A veces, Dios envía la enfermedad y el dolor, aunque no rompa ningún hueso,
20 de modo que el hombre pierde el gusto y el apetito, sin que le llame la atención ni el más delicioso manjar.
21 Se enflaquece; se vuelve huesos y pellejo,
22 y llega al borde de la muerte.
23-24 »Pero si hay un mensajero del cielo que interceda por él como amigo, para mostrarle lo que es recto, entonces Dios se compadece de él y dice: “Pónganlo en libertad; no lo hagan morir, pues he hallado un sustituto”.
25 Entonces el cuerpo se le volverá sano como el de un niño, robusto y juvenil otra vez.