2 Y no podían entrar los sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová.
3 Y cuando vieron todos los hijos de Israel descender el fuego y la gloria de Jehová sobre la casa, se postraron rostro en tierra sobre el pavimento y adoraron, alabando a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, pues su misericordia es para siempre.
4 Entonces el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios delante de Jehová.
5 Y ofreció el rey Salomón en sacrificio veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas; y así el rey y todo el pueblo dedicaron la casa de Dios.
6 Y los sacerdotes desempeñaban sus cargos, también los levitas con los instrumentos de música de Jehová, los cuales había hecho el rey David para alabar a Jehová, porque su misericordia es para siempre, cuando David alababa por medio de ellos. Asimismo, los sacerdotes tocaban trompetas delante de ellos, y todo Israel estaba de pie.
7 También santificó Salomón la parte central del atrio que estaba delante de la casa de Jehová, por cuanto había ofrecido allí los holocaustos y la grasa de las ofrendas de paz; porque en el altar de bronce que Salomón había hecho no cabían el holocausto, y la ofrenda de grano y la grasa.
8 Entonces hizo Salomón fiesta siete días, y con él todo Israel, una congregación muy grande, desde la entrada de Hamat hasta el arroyo de Egipto.