8 Entonces el rey dijo a la mujer: Vete a tu casa, y yo daré órdenes con respecto a ti.
9 Y la mujer de Tecoa dijo al rey: ¡Rey y señor mío, la maldad sea sobre mí y sobre la casa de mi padre! Pero el rey y su trono sean sin culpa.
10 Y el rey dijo: Al que hable contra ti, tráelo ante mí, que no te tocará más.
11 Dijo ella entonces: Te ruego, oh rey, que te acuerdes de Jehová tu Dios, para que el vengador de la sangre no aumente el daño, no sea que destruya a mi hijo. Y él respondió: Vive Jehová, que no caerá en tierra ni un cabello de la cabeza de tu hijo.
12 Y la mujer dijo: Te ruego que permitas que hable tu criada una palabra a mi señor el rey. Y él dijo: Habla.
13 Entonces la mujer dijo: ¿Por qué, pues, has pensado tú cosa semejante contra el pueblo de Dios? Porque al decir el rey estas palabras se culpa a sí mismo, por cuanto el rey no hace volver a su desterrado.
14 Porque de cierto morimos y somos como aguas derramadas por tierra, que no pueden volver a recogerse; ni Dios quita la vida, sino que proporciona medios para que el desterrado no sea de él excluido.