8 Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo.
9 Pero si carecen de dominio propio, cásense; que mejor es casarse que quemarse.
10 Y a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la esposa no se separe del marido;
11 y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su esposa.
12 Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene esposa que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone.
13 Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone.
14 Porque el marido no creyente es santificado por la esposa, y la esposa no creyente, por el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían impuros; mientras que ahora son santos.