6 Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.
7 Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio.
8 Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios,
9 quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según su propósito y su gracia, la cual nos fue dada en Cristo Jesús antes del principio de los tiempos,
10 pero ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, quien quitó la muerte, y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio,
11 del cual yo fui constituido predicador, y apóstol y maestro de los gentiles.
12 Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.