Job 37 RVR1995

1 »Por eso también se estremecemi corazóny salta de su sitio.

2 Oíd atentamente el fragor de su voz,el estruendo que sale de su boca.

3 Por debajo de todos los cielos lo dirige,y su luz alcanza los confines de la tierra.

4 Después de ella suena un bramido:truena él con voz majestuosa.Se oye el trueno, y no lo detiene.

5 Truena Dios maravillosamente con su voz.Hace grandes cosas,que nosotros no entendemos.

6 Porque le dice a la nieve:“¡Cae sobre la tierra!”,y también a la lloviznay a los aguaceros torrenciales.

7 Así hace que el hombre se retire,para que todos los mortalesreconozcan su obra.

8 Las fieras entran en sus guaridasy permanecen en sus moradas.

9 Del sur viene el torbellino,y el frío, de los vientos del norte.

10 Por el soplo de Dios llega el hieloy la extensión de las aguas se congela.

11 Él llena de humedad la densa nube;y con la luz desvanece la niebla.

12 Asimismo, conforme a sus designios,las nubes giran en derredor,para hacer sobre la faz del mundo,en la tierra, lo que él les mande.

13 Él las hará venir,unas veces como castigo,otras a causa de la tierray otras por misericordia.

14 »Escucha esto, Job;detente y consideralas maravillas de Dios.

15 ¿Sabes tú cómo Dioslas pone en conciertoy hace resplandecer la luz de su nube?

16 ¿Has conocido túlas diferencias de las nubes,las maravillas del que esperfecto en sabiduría?

17 ¿Por qué están calientes tus vestidoscuando él sosiega la tierracon el viento del sur?

18 ¿Extendiste tú con él los cielos,firmes como un espejo fundido?

19 Muéstranos qué le hemos de decir,porque nosotros no podemos ordenarlas ideas a causa de la oscuridad.

20 ¿Precisa él que le cuenten lo que yo digo,o que le informende lo que dice el hombre?

21 »Ahora no se puede mirarla luz resplandeciente de los cielos,pero luego que pasa el viento y los limpia,

22 llega de la parte del nortela dorada claridad:¡la terrible majestad que hay en Dios!

23 Él es el Todopoderoso, grande en poder,al cual no alcanzamos,que a nadie oprime en juicioy en su gran justicia.

24 Lo temen por tanto los hombres,pero él no estima a ningunoque en su propio corazón se cree sabio.»

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