29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús:—¿Y quién es mi prójimo?
30 Respondiendo Jesús, dijo:—Un hombre que descendía de Jerusalén a Jericó cayó en manos de ladrones, los cuales lo despojaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto.
31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y al verlo pasó de largo.
32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, al verlo pasó de largo.
33 Pero un samaritano que iba de camino, vino cerca de él y, al verlo, fue movido a misericordia.
34 Acercándose, vendó sus heridas echándoles aceite y vino, lo puso en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él.
35 Otro día, al partir, sacó dos denarios, los dio al mesonero y le dijo: “Cuídamelo, y todo lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando regrese.”