San Lucas 19 RVR1995

Jesús y Zaqueo

1 Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad.

2 Y sucedió que un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico,

3 procuraba ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura.

4 Y, corriendo delante, se subió a un sicómoro para verlo, porque había de pasar por allí.

5 Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba lo vio, y le dijo:—Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me hospede en tu casa.

6 Entonces él descendió aprisa y lo recibió gozoso.

7 Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a hospedarse en casa de un hombre pecador.

8 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor:—Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguien, se lo devuelvo cuadruplicado.

9 Jesús le dijo:—Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham,

10 porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

Parábola de las diez minas

11 Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.

12 Dijo, pues: «Un hombre noble se fue a un país lejano para recibir un reino y volver.

13 Llamó antes a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: “Negociad entre tanto que regreso.”

14 Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron tras él una embajada, diciendo: “No queremos que éste reine sobre nosotros.”

15 »Aconteció que, al regresar él después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.

16 Se presentó el primero, diciendo: “Señor, tu mina ha ganado diez minas.”

17 Él le dijo: “Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.”

18 Llegó otro, diciendo: “Señor, tu mina ha producido cinco minas.”

19 También a éste dijo: “Tú también sé sobre cinco ciudades.”

20 »Se presentó otro, diciendo: “Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo,

21 porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo que tomas lo que no pusiste y siegas lo que no sembraste.”

22 Entonces él le dijo: “Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo soy hombre severo que tomo lo que no puse y siego lo que no sembré.

23 ¿Por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco para que, al volver, lo hubiera recibido con los intereses?”

24 Y dijo a los que estaban presentes: “Quitadle la mina y dadla al que tiene las diez minas.”

25 Ellos le dijeron: “Señor, tiene diez minas.”

26 “Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.

27 Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinara sobre ellos, traedlos acá y decapitadlos delante de mí.”»

5. MINISTERIO DE JESÚS EN JERUSALÉN

La entrada triunfal en Jerusalén

28 Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.

29 Al acercarse a Betfagé y a Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,

30 diciendo:—Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un asno atado en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo y traedlo.

31 Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?” le responderéis así: “Porque el Señor lo necesita.”

32 Fueron los que habían sido enviados y hallaron como les dijo.

33 Cuando desataban el asno, sus dueños les dijeron:—¿Por qué desatáis el asno?

34 Ellos dijeron:—Porque el Señor lo necesita.

35 Lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el asno, subieron a Jesús encima.

36 Y a su paso tendían sus mantos por el camino.

37 Cuando ya se acercaba a la bajada del Monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto.

38 Decían:—¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!

39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron:—Maestro, reprende a tus discípulos.

40 Él, respondiendo, les dijo:—Os digo que si estos callaran las piedras clamarían.

41 Cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró por ella,

42 diciendo:—¡Si también tú conocieras, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Pero ahora está encubierto a tus ojos.

43 Vendrán días sobre ti cuando tus enemigos te rodearán con cerca, te sitiarán y por todas partes te estrecharán;

44 te derribarán a tierra y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.

Purificación del Templo

45 Entrando en el Templo comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,,

46 diciéndoles:—Escrito está: “Mi casa es casa de oración”, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.

47 Enseñaba cada día en el Templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los altos dignatarios del pueblo procuraban matarlo.

48 Pero no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.

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