San Marcos 3 RVR1995

El hombre de la mano seca

1 Otra vez entró Jesús en la sinagoga. Había allí un hombre que tenía seca una mano.

2 Y lo acechaban para ver si lo sanaría en sábado, a fin de poder acusarlo.

3 Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca:—Levántate y ponte en medio.

4 Y les preguntó:—¿Es lícito en los sábados hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla?Pero ellos callaban.

5 Entonces, mirándolos con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre:—Extiende tu mano.Él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.

6 Salieron entonces los fariseos y se confabularon con los herodianos para destruirlo.

La multitud a la orilla del mar

7 Pero Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y lo siguió gran multitud de Galilea. También de Judea,

8 de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán y de los alrededores de Tiro y de Sidón, oyendo cuán grandes cosas hacía, grandes multitudes vinieron a él.

9 Entonces dijo a sus discípulos que le tuvieran siempre lista la barca, para evitar que la multitud lo oprimiera,

10 pues, como había sanado a muchos, todos los que tenían plagas se echaban sobre él para tocarlo.

11 Y los espíritus impuros, al verlo, se postraban delante de él y gritaban:—¡Tú eres el Hijo de Dios!

12 Pero él los reprendía para que no lo descubrieran.

Elección de los doce apóstoles

13 Después subió al monte y llamó a sí a los que él quiso, y vinieron a él.

14 Designó entonces a doce para que estuvieran con él, para enviarlos a predicar

15 y que tuvieran autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios:

16 a Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro,

17 a Jacobo, hijo de Zebedeo, y a Juan, hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, es decir, «Hijos del trueno»;

18 a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el cananita,

19 y Judas Iscariote, el que lo entregó.Volvieron a casa,

La blasfemia contra el Espíritu Santo

20 y se juntó de nuevo tanta gente que ni siquiera podían comer pan.

21 Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderlo, porque decían: «Está fuera de sí.»

22 Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.

23 Y habiéndolos llamado, les hablaba en parábolas:—¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás?

24 Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer.

25 Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer.

26 Y si Satanás se levanta contra sí mismo y se divide, no puede permanecer, sino que ha llegado su fin.

27 »Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no lo ata; solamente así podrá saquear su casa.

28 »De cierto os digo que todos los pecados y las blasfemias, cualesquiera que sean, les serán perdonados a los hijos de los hombres;

29 pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno.

30 Es que ellos habían dicho: «Tiene espíritu impuro.»

La madre y los hermanos de Jesús

31 Entre tanto, llegaron sus hermanos y su madre y, quedándose afuera, enviaron a llamarlo.

32 Entonces la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo:—Tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan.

33 Él les respondió diciendo:—¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?

34 Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo:—Aquí están mi madre y mis hermanos,

35 porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.

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