32 Le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que pusiera la mano sobre él.
33 Entonces, apartándolo de la gente, le metió los dedos en los oídos, escupió y tocó su lengua.
34 Luego, levantando los ojos al cielo, gimió y le dijo:—¡Efata! (que quiere decir: “Sé abierto.”)
35 Al momento fueron abiertos sus oídos, se desató la ligadura de su lengua y hablaba bien.
36 Y les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más les mandaba, tanto más y más lo divulgaban.
37 Y en gran manera se maravillaban, diciendo:—Bien lo ha hecho todo; hace a los sordos oír y a los mudos hablar.