38 Como el país estaba en paz, y no había ningún enemigo que le hiciera daño, el rey Demetrio se deshizo de su ejército. Cada uno de los soldados regresó a su casa. Los únicos soldados que Demetrio conservó fueron los que habían llegado de varias islas, a los cuales les pagaba un sueldo. Esto hizo que los soldados que habían estado en el ejército desde hacía mucho tiempo se enojaran con él.
39 Trifón, un antiguo amigo del rey Alejandro, supo que los soldados se habían enojado con Demetrio. Entonces fue a visitar a un jefe árabe, llamado Imalcué, que había educado a Antíoco, hijo del rey Alejandro.
40 Trifón se quedó allí por varios días. Durante ese tiempo le rogó a Imalcué que le entregara al niño para proclamarlo rey en lugar de Demetrio. Trifón le contó a Imalcué todo lo que Demetrio había hecho. También le contó que los soldados del rey se habían enojado con él por haberlos despedido.
41 Mientras tanto, Jonatán le pidió al rey Demetrio que retirara las tropas que cuidaban el cuartel de Jerusalén y las demás fortalezas, pues los soldados maltrataban a los israelitas.
42 Demetrio le contestó:«Haré lo que me pides, y en cuanto tenga la oportunidad, te daré a ti y a la nación mayores privilegios.
43 Pero necesito que me hagas un favor: envíame soldados para que me ayuden, pues los que tenía me abandonaron».
44 Entonces Jonatán envió a la ciudad de Antioquía tres mil soldados muy fuertes y valientes. Cuando el rey Demetrio los vio, se llenó de alegría.