19 »Recuerden lo que hicieron los sacerdotes de Dios, cuando nuestros antepasados fueron llevados presos a lo que hoy es Persia: ellos tomaron fuego del altar y lo escondieron en un pozo sin agua. ¡Nunca nadie descubrió ese lugar!
20 Muchos años después, cuando Dios así lo quiso, el rey de Persia envió a Nehemías a Judea. Entonces Nehemías les ordenó a los sacerdotes que habían escondido el fuego, que fueran a buscarlo. Pero los sacerdotes regresaron sin el fuego, y le dijeron a Nehemías que en el pozo sólo había un líquido espeso. Así que Nehemías les mandó que lo sacaran y se lo llevaran.
21 »Cuando todo estaba listo para ofrecer el sacrificio sobre el altar, Nehemías pidió a los sacerdotes que rociaran con ese líquido la leña y el animal que estaba encima.
22 Los sacerdotes cumplieron las órdenes de Nehemías. Era un día nublado. Pero después de un buen rato el sol brilló, y entonces se encendió un fuego tan grande que todos quedaron sorprendidos.
23 »Mientras se quemaba la ofrenda, los sacerdotes y todos los que estaban allí se pusieron a orar. Jonatán Macabeo comenzaba la oración, y los demás, dirigidos por Nehemías, respondían.
24 La oración que hicieron ese día fue ésta:“Dios nuestro, tú creaste todo lo que existe. Tú inspiras respeto, eres fuerte, y actúas con justicia y compasión. Tú eres nuestro único rey, y eres bueno con nosotros.
25 Eres muy justo y bondadoso, tienes todo el poder y vives para siempre. Tú elegiste a nuestros antepasados para que fueran tu pueblo elegido; por eso has salvado a Israel de todo mal.