29 En lo más duro de la batalla, los enemigos vieron que cinco jinetes brillantes, montados sobre caballos con frenos de oro, aparecían en el cielo y se ponían al frente del ejército judío.
30 Luego vieron cómo estos jinetes se colocaban alrededor de Judas Macabeo y lo protegían con sus armas. Nadie podía hacerle daño a Judas, pues los jinetes lanzaban flechas y rayos contra los enemigos. Como los enemigos no podían ver por causa del resplandor, se fueron cada uno por su lado, llenos de confusión y en completo desorden.
31 Aquel día murieron veinte mil quinientos soldados de infantería y seiscientos de caballería.
32 El general Timoteo fue a refugiarse en la fortaleza de Guézer, que estaba muy bien protegida y bajo el mando de su hermano Quereas.
33 Los soldados de Judas Macabeo, con mucho entusiasmo, tuvieron rodeada la fortaleza durante cuatro días.
34 Los que estaban dentro de ella estaban tan confiados, que hasta se atrevían a ofender y maldecir a Dios.
35 Al amanecer del quinto día, veinte jóvenes soldados del ejército de Judas, llenos de enojo por esos insultos, decidieron escalar la muralla. Era tanta su furia que mataron a cuantos les salían al paso.