9 Entonces todos alabaron a Dios por su ayuda. Se sintieron tan contentos que estaban dispuestos a pelear, no sólo contra ese ejército sino también contra animales salvajes. Era tal la fuerza que sentían, que se creían capaces de derribar murallas de hierro.
10 Como Dios había tenido compasión de ellos, marcharon en orden de combate. Al frente de ellos iba el guerrero celestial.
11 Se lanzaron contra el enemigo como leones, y derribaron a once mil soldados y a mil seiscientos jinetes. A los demás los obligaron a huir,
12 heridos y sin armas. Lisias mismo escapó con vida, pero muy avergonzado por la derrota.
13 Como Lisias no era ningún tonto, se puso a pensar en la batalla que había perdido, y se dio cuenta de que era imposible vencer a los judíos, ya que el Dios todopoderoso los ayudaba.
14 Por eso envió a sus representantes para firmar un acuerdo de paz con los judíos. Además, prometió que convencería al rey Eupátor para que se hiciera amigo de ellos.
15 Como Judas Macabeo sólo buscaba el bien de su pueblo, aceptó la propuesta de Lisias, y le pidió por escrito muchos beneficios para los judíos. Lisias le comunicó al rey estas peticiones, y el rey las aceptó.