20 Pero todas, con las manos levantadas al cielo, oraban a Dios.
21 Daba mucha pena ver a toda aquella gente confundida y tendida por el suelo. De igual manera, conmovía ver al jefe de los sacerdotes lleno de dolor.
22 Mientras todo el pueblo le rogaba al Dios todopoderoso que protegiera el dinero del templo,
23 Heliodoro se preparó para llevar a cabo su plan.
24-25 Entró en el templo con sus acompañantes, y todos ellos se colocaron junto a los tesoros. Pero en ese momento Dios, que es el Dios de todos los espíritus y de todo poder, se manifestó de una manera asombrosa: Un jinete terrible, vestido con una armadura de oro, y montado sobre un caballo lleno de adornos preciosos, se apareció en el lugar. Al verlo, todos los que se atrevieron a entrar al templo quedaron paralizados de miedo, y perdieron las fuerzas. El caballo se lanzó contra Heliodoro y lo atacó con sus patas delanteras.
26 Luego aparecieron dos jóvenes muy fuertes, hermosos y bien vestidos, que se pusieron junto a Heliodoro, uno a cada lado, y le dieron una tremenda paliza.
27 Heliodoro cayó de inmediato al suelo, y no podía ver nada. Los que lo acompañaban tuvieron que levantarlo y ponerlo en una camilla.