25 Apenas el rey lo nombró como jefe de los sacerdotes, Menelao regresó a Jerusalén. Pero él era muy malo y no tenía ninguna cualidad para ser jefe de los sacerdotes. Era tan malvado que parecía un animal salvaje.
26 ¡Qué vueltas da la vida! Menelao hizo con Jasón lo mismo que éste había hecho con su hermano Onías. Por eso, Jasón tuvo que huir al país de los amonitas.
27 Después de asumir el cargo de jefe de los sacerdotes, Menelao no se preocupó por pagarle al rey el dinero que le había prometido.
28 Por eso, Sóstrates, el jefe de la ciudad fortificada y encargado de cobrar los impuestos, le reclamó el pago. Entonces el rey mandó a llamar a los dos,
29 y para poder asistir a la reunión, Menelao dejó a su hermano Lisímaco como jefe de los sacerdotes. Sóstrates, por su parte, dejó en su lugar a Crates, que era el jefe del ejército de Chipre.
30 Entre tanto, los habitantes de Tarso y de Malos se rebelaron porque sus ciudades fueron regaladas a Antióquida, una de las mujeres del rey Antíoco.
31 Por eso, el rey fue rápidamente a esas ciudades para detener la rebelión, y dejó allí como encargado a Andrónico, que era uno de los hombres más importantes en el reino.