27 Después de asumir el cargo de jefe de los sacerdotes, Menelao no se preocupó por pagarle al rey el dinero que le había prometido.
28 Por eso, Sóstrates, el jefe de la ciudad fortificada y encargado de cobrar los impuestos, le reclamó el pago. Entonces el rey mandó a llamar a los dos,
29 y para poder asistir a la reunión, Menelao dejó a su hermano Lisímaco como jefe de los sacerdotes. Sóstrates, por su parte, dejó en su lugar a Crates, que era el jefe del ejército de Chipre.
30 Entre tanto, los habitantes de Tarso y de Malos se rebelaron porque sus ciudades fueron regaladas a Antióquida, una de las mujeres del rey Antíoco.
31 Por eso, el rey fue rápidamente a esas ciudades para detener la rebelión, y dejó allí como encargado a Andrónico, que era uno de los hombres más importantes en el reino.
32 Aprovechando esa situación, Menelao robó algunos objetos de oro del templo. Unos se los regaló a Andrónico y otros los vendió en Tiro y en las ciudades cercanas.
33 Al enterarse de esto, Onías fue a refugiarse en un santuario junto a Dafne, cerca de Antioquía, y desde allí le hizo duras críticas a Menelao.