32 Aprovechando esa situación, Menelao robó algunos objetos de oro del templo. Unos se los regaló a Andrónico y otros los vendió en Tiro y en las ciudades cercanas.
33 Al enterarse de esto, Onías fue a refugiarse en un santuario junto a Dafne, cerca de Antioquía, y desde allí le hizo duras críticas a Menelao.
34 Por eso, Menelao empezó a presionar a Andrónico para que matara a Onías. Entonces Andrónico fue a visitar a Onías, y al llegar, le dio la mano para saludarlo y le juró que no le haría daño. Y aunque Onías tenía sus dudas, se dejó convencer y salió del santuario. Pero Andrónico lo mató de inmediato, sin importarle su juramento.
35 La muerte injusta y violenta de Onías causó mucho dolor y enojo, no sólo entre los judíos sino también entre la gente de otros países.
36 Cuando el rey Antíoco regresó a la ciudad de Antioquía, los judíos y los griegos que vivían allí fueron a hablar con él, para protestar por el asesinato de Onías.
37 Antíoco se llenó de tristeza, y lloró con dolor al recordar la prudencia y sabiduría de Onías.
38 Entonces, lleno de rabia, le quitó a Andrónico su manto real y le rompió sus vestidos. Luego ordenó que lo llevaran por toda la ciudad hasta el lugar donde había asesinado sin piedad a Onías, y allí mismo ordenó que lo mataran. Fue así como Dios le dio a Andrónico el castigo que se merecía.