8 Los judíos que vivían en las ciudades griegas vecinas estaban obligados a comer la carne de los animales que se ofrecían en los sacrificios de los dioses griegos. Esa ley fue impuesta a petición de los habitantes de Tolemaida.
9 El que no aceptaba las costumbres griegas era condenado a morir. Todo esto fue sólo el comienzo de la desgracia que vendría después.
10 Así, por ejemplo, dos mujeres fueron acusadas de circuncidar a sus hijos. Como castigo, les ataron sus hijos al pecho y las arrastraron por toda la ciudad. Después las arrojaron desde lo alto de la muralla.
11 Otros fueron acusados ante el oficial Filipo de haberse reunido en unas cuevas cercanas, para celebrar a escondidas el sábado. Todos ellos fueron quemados, y por respeto al día sábado ninguno se defendió.
12 A los que lean este libro, les aconsejo que no se asusten al enterarse de tanta crueldad. Piensen que todo esto sucedió, no para destruir a nuestro pueblo, sino para corregirlo.
13 En realidad, todo esto demuestra que Dios es bueno, y no permite que los pecadores cometan maldades por mucho tiempo, sino que actúa rápidamente y los castiga.
14 Hay que tener en cuenta que Dios no nos trata como a las otras naciones. Para castigar a esas naciones, Dios espera pacientemente que hayan cometido muchos, pero muchos pecados.