10 Luego, empezaron a torturar al tercero. Cuando le ordenaron que sacara la lengua, lo hizo de inmediato. Valientemente extendió los brazos
11 y dijo: «Dios me dio esta lengua y estos brazos, pero por amor a sus leyes estoy dispuesto a perderlos. Estoy seguro de que un día Dios me los devolverá».
12 Y al ver cómo el joven soportaba las torturas, el rey y sus acompañantes quedaron muy sorprendidos.
13 Cuando este joven murió, empezaron a torturar al cuarto.
14 Y cuando ya estaba a punto de morir, le dijo al rey: «¿Qué importa morir a manos de los hombres, cuando uno tiene la esperanza de que Dios lo resucitará? Para ti, en cambio, no habrá resurrección».
15 De inmediato empezaron a torturar al quinto.
16 Y él, mirando fijamente al rey, le dijo: «Aunque tienes el poder para hacer con la gente lo que quieres, no te olvides que eres un simple mortal. No creas que Dios nos ha abandonado.