29 No le tengas miedo a este verdugo; sigue el ejemplo de tus hermanos y acepta la muerte. Si lo haces, por la bondad de Dios, te recuperaré junto con ellos».
30 La madre aún estaba hablando, cuando el muchacho dijo: «¿Qué esperan? ¡No voy a hacer lo que el rey quiere! Yo sólo obedezco la ley que Dios dio a nuestros antepasados por medio de Moisés.
31 Y tú, rey Antíoco, has inventado muchas formas de atormentar a los judíos, pero no creas que escaparás del castigo de Dios.
32 Nosotros estamos sufriendo todo esto a causa de nuestros pecados.
33 Pero nuestro Dios, que vive por siempre, se ha enojado con nosotros por poco tiempo. Si ahora nos castiga para corregirnos, luego volverá a reconciliarse con nosotros.
34-35 Y tú, que eres el criminal más grande del mundo, deja a un lado tu orgullo; ¡no pongas tu esperanza en lo que no vale nada! No levantes más tu mano contra los hijos del Dios todopoderoso, pues él todo lo ve y no escaparás de su castigo.
36 Es verdad que mis hermanos sufrieron aquí un breve tormento, pero ahora están disfrutando de la vida eterna que Dios ha prometido. Tú, en cambio, te crees superior a todos, pero recibirás el castigo que te mereces.