15 En sus oraciones, los judíos le decían a Dios que, si ya no los amaba, los ayudara por respeto a la alianza que él había hecho con sus antepasados. También le pedían a Dios que no permitiera que su fama se viera manchada.
16 Judas Macabeo logró reunir y reorganizar a sus seis mil soldados, y los animó para que lucharan con valor ante sus malvados enemigos, que los estaban atacando injustamente.
17 Les recordó todas las barbaridades que ellos habían cometido contra el templo y la ciudad, y que les habían prohibido seguir las costumbres recibidas de sus antepasados.
18 Y les dijo: «Nuestros enemigos confían en su poder y en su habilidad para la guerra, pero nosotros confiamos en el Dios todopoderoso. Con tan sólo mover una mano, nuestro Dios puede derrotar a todos los que vienen a atacarnos; ¡tiene poder hasta para destruir al mundo entero!»
19 Judas les recordó a sus soldados cómo Dios había protegido a sus antepasados. Les contó cómo en el tiempo de Senaquerib, rey de Asiria, Dios había matado a ciento ochenta y cinco mil hombres.
20 También les habló de lo que sucedió en Babilonia, en la batalla contra los gálatas. En esa ocasión, los judíos se unieron a los macedonios y formaron un ejército de doce mil soldados, para pelear contra sus enemigos. Los macedonios, que eran cuatro mil, estaban a punto de ser derrotados por sus enemigos. Pero los soldados judíos, que eran ocho mil, ayudaron a los macedonios y derrotaron a ciento veinte mil soldados enemigos y les robaron sus pertenencias. Eso fue posible porque Dios vino en ayuda de los judíos.
21 Con estas palabras, Judas los animó a que, de ser necesario, murieran por defender la ley de Dios y a su patria. Luego dividió su ejército en cuatro grupos