8-9 »Ahora pues, hijo mío, te pido a ti y a tus hijos que obedezcan a Dios con sinceridad, y que siempre hagan lo que a él le agrada. Enseñen a sus hijos a ser justos y a compartir todo lo que tienen con los necesitados. Díganles que nunca se alejen de Dios y lo alaben en todo tiempo con todas sus fuerzas.»Hijo mío, el mismo día que muera tu madre y la entierres junto a mí, vete de la ciudad de Nínive. ¡Ni siquiera pases la noche aquí! En esta tierra hay mucha maldad y engaño, y veo que a nadie le importa.