12 Nadie vio a David ni a Abisai, ni nadie se despertó, pues Dios hizo que todos se quedaran bien dormidos.
13 Luego David se fue al otro lado del campamento, subió a la punta de un cerro lejano,
14 y desde allí empezó a gritarle a Abner y al ejército:—¡Abner! ¿Por qué no respondes?—¿Quién eres tú para gritarle así al rey? —contestó Abner.
15-16 Y David le dijo:—¿No es verdad que tú eres uno de los mejores soldados de Israel? Entonces, ¿cómo es posible que no hayas cuidado a tu señor el rey? Mira lo que tengo en la mano: ¡es la lanza del rey, y su jarra de agua!»Un hombre del pueblo estuvo a punto de matarlo, y tú no hiciste nada para evitarlo. ¡Muy mal hecho! Mereces la muerte por no haber protegido al rey elegido por Dios.
17 Saúl reconoció la voz de David, y dijo:—David, ¿eres tú el que habla?Y David le contestó:—Sí, mi señor y rey; soy yo.
18 ¿Por qué me persigue usted? ¿Qué mal he cometido? ¿De qué se me acusa?
19 »Yo le suplico a mi señor y rey que me escuche. Si es Dios quien ha puesto a Su Majestad en mi contra, espero que él me perdone y acepte mi ofrenda; pero si es una cuestión de los hombres, que Dios los maldiga. Porque me están arrojando de esta tierra de Dios, y así me obligan a adorar a otros dioses.