12 A mí me dijo: “Baja de la montaña ahora mismo, pues el pueblo que sacaste de Egipto me está desobedeciendo; ¡muy pronto me ha traicionado! Se han fabricado un ídolo, y lo están adorando.
13 Me he dado cuenta de que este pueblo es muy terco.
14 ¡Déjame destruirlo, para que nadie vuelva a recordarlo! Pero a ti, te pondré por jefe de un pueblo mucho más fuerte y grande”.
15 »Yo bajé del monte con las dos tablas del pacto en mis manos. Cuando bajé, el monte ardía en llamas.
16 Al llegar a donde ustedes estaban, vi cómo habían pecado contra Dios: se habían hecho un ídolo con forma de toro y lo estaban adorando.»No les tomó mucho tiempo desobedecer a su Dios.
17 Y fue tanto mi enojo que arrojé al suelo las dos tablas, y a la vista de todos se hicieron pedazos.
18-29 Después tomé el ídolo que habían hecho, lo quemé y eché las cenizas al arroyo que bajaba del monte.»El pecado de ustedes me causó mucho dolor y tristeza, pues hizo enojar a Dios. Por eso me arrodillé delante de él, y durante cuarenta días y cuarenta noches no comí ni bebí nada. Dios estaba tan enojado con ustedes y con Aarón, que estaba decidido a destruirlos.»Yo sentí tanto miedo que oré a Dios y le dije: “Dios mío, no destruyas al pueblo que sacaste de Egipto con tu gran poder. Es tu pueblo. Recuerda que Abraham, Isaac y Jacob siempre te fueron fieles y te obedecieron en todo. Olvídate de que este pueblo es terco; olvídate de su pecado y de su maldad. Si lo destruyes, los otros pueblos van a pensar que no pudiste llevarlo hasta la tierra que le prometiste. También van a pensar que tú no lo quieres, y que lo sacaste al desierto para destruirlo por completo. Esta gente es tu pueblo; es el pueblo que con tu gran poder sacaste de Egipto”.»Una vez más, Dios escuchó mi oración y los perdonó. Pero no fue esa la única ocasión en que ustedes lo hicieron enojar. También lo hicieron enojar en Taberá, en Masá y en Quibrot-hataavá. Además, cuando ustedes estaban en Cadés-barnea, Dios les ordenó que fueran a conquistar la tierra prometida, pero ustedes no creyeron en su promesa ni lo obedecieron. ¡Desde el día en que los conocí, ustedes han sido siempre tercos y desobedientes!»