20-21 Cuando el niño creció, se quedó a vivir en el desierto de Parán. Allí aprendió a manejar bien el arco y las flechas, y Dios siempre le brindó su ayuda. Finalmente, su madre lo casó con una egipcia.
22 Por esos días, Abimélec fue a visitar a Abraham. Lo acompañó Ficol, que era el capitán de su ejército. Al llegar, Abimélec le dijo a Abraham:—He visto que Dios te ayuda en todo lo que haces.
23 Júrame ahora mismo, delante de él, que nunca me harás ningún daño, ni tampoco a mis hijos ni a mis descendientes. Júrame también que siempre me tratarás bien, tal como yo te he tratado, y que harás lo mismo con la gente de este país, donde has venido a vivir.
24 Abraham se lo juró,
25 pero le reclamó que tiempo atrás sus sirvientes le habían quitado un pozo de agua.
26 Abimélec se disculpó, y le aseguró:—No tengo idea de quién pudo haberlo hecho. Tú no me habías dicho nada, y yo no lo supe hasta hoy.
27 Abraham tomó ovejas y vacas, y se las entregó a Abimélec para hacer un trato entre los dos.