24 Mientras el rey y los jefes escuchaban las palabras escritas en el libro, no tuvieron miedo ni se mostraron arrepentidos.
25 Elnatán, Delaías y Guemarías le rogaban al rey que no quemara el libro, pero él, en vez de hacerles caso,
26 mandó que a mí y a Baruc nos metieran en la cárcel. Enseguida salieron a buscarnos su hijo Jerahmeel, Seraías hijo de Azriel, y Selemías hijo de Abdeel, pero Dios no permitió que nos encontraran.
27 Después de que el rey quemó todo el libro que yo le había dictado a Baruc, Dios me habló de nuevo. Me dijo:
28 «Jeremías, ve y consigue más pedazos de cuero, y vuelve a escribir en ellos todo lo que estaba escrito antes y que Joacín quemó.
29 Además, ve a hablar con Joacín, y dile de mi parte lo siguiente:“Tú quemaste aquel libro, y te atreviste a reclamarle a Jeremías por haberlo escrito. Pero no dudes ni por un momento que el rey de Babilonia va a destruir este país, y va a acabar con todas las personas y con todos los animales que aquí viven.
30 Y quiero que sepas, Joacín, que ninguno de tus hijos llegará a ser rey de Judá. Tu cadáver no será enterrado, sino que quedará al aire libre, recibiendo el calor del día y el frío de la noche.