32 Entre tanto, en la reunión, unos gritaban una cosa y otros otra, pues la gente estaba alborotada, aunque la mayoría ni siquiera sabía para qué se habían reunido.
33 Pero algunos de ellos explicaron el asunto a Alejandro, a quien los judíos habían empujado al frente de todos. Alejandro hizo señas con la mano para pedir silencio y hablar en defensa de los judíos delante del pueblo:
34 pero al darse cuenta de que también él era judío, gritaron todos durante un par de horas: “¡Viva la Artemisa de los efesios!”
35 Cuando por fin el secretario de la ciudad logró calmar a la gente, dijo: “Ciudadanos de Éfeso, todo el mundo sabe que esta ciudad ha sido encargada de cuidar el templo de la gran diosa Artemisa, y la imagen de ella que cayó del cielo.
36 Nadie puede negar esto, así que calmaos y no hagáis nada sin pensarlo bien.
37 Porque estos hombres que habéis traído no han profanado el templo ni han hablado mal de nuestra diosa.
38 Si Demetrio y los que trabajan con él tienen alguna queja contra alguien, ahí están los jueces y los juzgados: que reclamen ante las autoridades y que cada cual defienda sus derechos.