46 Decían:— ¡No nos trates como merece nuestra maldad, sino según tu propia compasión!
47 Entonces Simón pactó con ellos una tregua y no los atacó; pero los expulsó de la ciudad y purificó las casas donde había ídolos. De esta manera entró en la ciudad, entonando himnos y cantos de alabanza.
48 Luego la limpió de todo objeto impuro, y estableció en ella gente cumplidora de la ley. Fortificó la ciudad y se edificó una casa para sí mismo.
49 Como los que ocupaban la ciudadela de Jerusalén no podían salir ni entrar en la región para comprar o vender, comenzaron a pasar tanta hambre que muchos de ellos murieron.
50 En aquel trance clamaron pidiendo la paz a Simón, y él se la concedió; pero luego los echó de allí y purificó la ciudadela de toda contaminación.
51 El día veintitrés del segundo mes del año ciento setenta y uno, penetraron en la ciudadela los judíos, entre cantos de alabanza y palmas, al son de las arpas, los címbalos y las cítaras; entonaban himnos y canciones porque un gran enemigo de Israel había sido aniquilado.
52 Simón ordenó que cada año se celebrara aquel día con toda alegría. Fortificó el monte del Templo que está al lado de la ciudadela, y él y los suyos establecieron allí su residencia.