29 Pero entonces advirtió que el dinero del tesoro se había acabado y que, a causa de las disensiones y los conflictos que él mismo había provocado al suprimir las costumbres vigentes desde tiempos inmemoriales, no bastaban los impuestos de la región.
30 Por eso temió que, como ya le había ocurrido en otras ocasiones, no le alcanzara el dinero para cubrir los gastos y regalos que él solía hacer de modo aún más espléndido que sus predecesores en el reino.
31 Profundamente preocupado, tomó la decisión de ir a Persia para cobrar los impuestos de aquellas provincias y reunir así una considerable cantidad de dinero.
32 Entre tanto le encargó a Lisias, hombre ilustre y de linaje real, los asuntos del reino que abarcaban desde el río Éufrates hasta las fronteras de Egipto.
33 También le encomendó que, hasta su regreso, cuidara de su hijo Antíoco.
34 Le confió la mitad del ejército, además de los elefantes, y le dio instrucciones sobre todo lo que debía hacer, en especial con relación a los habitantes de Judea y Jerusalén;
35 contra estos debía enviar un ejército, para destruir y aniquilar el poder de Israel y lo que aún quedara de Jerusalén, y para borrar de la tierra su memoria.