1 Un día María y Aarón se pusieron a criticar a Moisés porque su mujer era una cusita,
2 y dijeron:—¡El SEÑOR no ha hablado sólo por medio de Moisés! ¡También ha hablado por medio de nosotros dos!Pero el SEÑOR los oyó
3-4 y no le gustó el comentario de ambos, porque Moisés era el hombre más humilde del mundo, e inmediatamente convocó a Moisés, a Aarón y a María al santuario:—Vengan aquí los tres —ordenó.Entonces se presentaron ante el SEÑOR.
5 De inmediato el SEÑOR descendió en la nube y se situó a la entrada del santuario, y les ordenó a María y Aarón que se acercaran. Y ellos lo hicieron.
6 El SEÑOR les dijo:—Hasta con un profeta me comunicaría con visiones y sueños;
7 pero no es así como me comunico con mi siervo Moisés. ¡Él es completamente fiel en toda mi casa!
8 ¡Con él hablo cara a cara! ¡Y él ve la mismísima apariencia de Dios! ¿Cómo es que se han atrevido a criticarlo?
9 Entonces la ira del SEÑOR se encendió contra ellos, y Dios se apartó.
10 En el momento en que la nube se alejó de encima del santuario, María quedó de repente blanca por la lepra. Aarón vio lo ocurrido,
11 y le dijo a Moisés:—SEÑOR, no nos castigues por este pecado; hemos sido necios al hacerlo.
12 Que no quede ella como quien ha muerto desde antes de nacer.
13 Moisés clamó al SEÑOR diciendo:—Sánala, oh Dios, te lo ruego.
14 Y el SEÑOR le dijo a Moisés:—Si su padre le hubiera escupido el rostro, ella habría quedado impura durante siete días. Que quede fuera del campamento por siete días, y después podrá regresar.
15 Entonces María fue expulsada del campamento por siete días, y el pueblo esperó hasta que ella regresara antes de continuar el viaje.
16 Después salieron de Jazerot y acamparon en el desierto de Parán.