1 El pueblo de Israel siguió su viaje hacia las llanuras de Moab y acampó al oriente del río Jordán, frente a Jericó.
2-3 Cuando el rey Balac de Moab (hijo de Zipor) se enteró del número de los israelitas, y se enteró de lo que le habían hecho a los amorreos, él y su pueblo tuvieron gran temor.
4 Rápidamente consultaron a los jefes de Madián.—Está muchedumbre va a comernos con la misma facilidad con que un buey come pasto —exclamaron los moabitas.Entonces el rey Balac
5-6 envió mensajeros a Balán (hijo de Beor) quien vivía en su tierra natal de Petor, cerca del río Éufrates. En su mensaje el rey rogaba a Balán que fuera y les ayudara.—Una multitud ha llegado de Egipto, cubren toda la superficie de nuestro país; y han acampado justo delante de mí —le decía—: Ven y maldícelos en mí nombre para que pueda echarlos de mi tierra. Sé que cuando tú bendices grandes bendiciones caen sobre ellos, y también sé que a quienes tú maldices les va mal en todo.
7 La comitiva, compuesta de algunos de los príncipes de Moab y de Madían, se presentó ante Balán, dinero en mano, y le refirieron las palabras de Balac.
8 —Quédense esta noche —dijo Balán—. Les contaré en la mañana lo que el SEÑOR me ordene hacer.Y así lo hicieron.
9 Aquella noche el SEÑOR vino y le preguntó a Balán:—¿Quiénes son estos hombres?