9 Y ella dijo a su marido: He aquí, ahora yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa es un hombre santo de Dios.
10 Yo te ruego que hagas un pequeño aposento arriba con paredes, y pongamos en él cama, y mesa, y silla y candelero, para que cuando venga a nosotros, se quede en él.
11 Y aconteció que un día pasó él por allí, y se quedó en aquel aposento y durmió allí.
12 Entonces él le dijo a Giezi, su criado: Llama a esta sunamita. Y cuando él la llamó, ella se presentó ante él.
13 Y dijo él a Giezi: Dile: He aquí, tú nos has atendido con todo este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Quieres que hable por ti al rey o al general del ejército? Y ella respondió: Yo habito en medio de mi pueblo.
14 Y él dijo: ¿Qué, pues, haremos por ella? Y Giezi respondió: He aquí, ella no tiene hijo y su marido ya es viejo.
15 Dijo entonces: Llámala. Y él la llamó, y ella se paró a la puerta.