8 Yo dije: Subiré a la palmera, asiré sus ramas. Y tus pechos serán ahora como racimos de vid, y la fragancia de tu aliento como de manzanas;
9 y tu paladar, como el buen vino que entra en mi amado y pasa suavemente por los labios de los que duermen.
10 Yo soy de mi amado, y su deseo tiende hacia mí.
11 Ven, oh amado mío, salgamos al campo, moremos en las aldeas.
12 Levantémonos de mañana y vayamos a las viñas; veamos si brotan las vides, si ya están en cierne, si han florecido los granados; allí te daré mis amores.
13 Las mandrágoras exhalan su fragancia, y a nuestras puertas hay toda clase de frutas deliciosas, frescas y secas, que para ti, oh amado mío, he guardado.