28 Cuando Nicanor recibió la carta, no supo qué hacer. Sabía que no era correcto romper el acuerdo con Judas, pues éste no había hecho ningún mal.
29 Pero como no podía ir en contra del rey, comenzó a buscar la oportunidad de cumplir con esa orden por medio del engaño.
30 Judas comenzó a sospechar que algo andaba mal, pues Nicanor ya no era el mismo con él, y lo trataba con dureza y frialdad. Así que reunió a sus seguidores y no volvió a encontrarse con Nicanor.
31 Nicanor descubrió que Judas se había adelantado a sus planes y se le había escapado. Por eso fue al santo y precioso templo, y les ordenó a los sacerdotes que le entregaran a Judas. A esa hora ellos estaban presentando sus ofrendas.
32 Ellos le juraron que no sabían dónde estaba.
33 Entonces Nicanor extendió su mano derecha hacia el templo y juró: «Si ustedes no me entregan preso a Judas, destruiré por completo este templo y su altar, y aquí mismo construiré un templo grandioso para el dios Baco».
34-35 Dicho esto, Nicanor se fue. Los sacerdotes levantaron sus manos al cielo de inmediato, y oraron a Dios: «Señor, tú siempre has defendido a tu pueblo, y aunque no tienes necesidad de nada, elegiste vivir en este templo, entre nosotros.