3 Pero, SEÑOR, tú eres mi escudo, mi gloria, tú mantienes en alto mi cabeza.
4 Clamé al SEÑOR a voz en cuello, y él me respondió desde su monte santo.
5 Luego me acosté y dormí en paz, y desperté a salvo, porque el SEÑOR velaba por mí.
6 Y ahora, aunque diez mil adversarios me tengan cercado, no tengo miedo.
7 «¡Levántate, oh SEÑOR! ¡Sálvame, Dios mío!» ¡Rómpele la quijada a mi enemigo! ¡Rómpele los dientes a los malvados!
8 La salvación viene de Dios. Envía su bendición a todo su pueblo.