4 Y acercándose ellos a Jesús, le rogaron con diligencia, diciéndole: Es digno de que le concedas esto,
5 porque ama a nuestra nación, y él nos edificó una sinagoga.
6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban muy lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te incomodes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;
7 por lo cual, ni aun me tuve por digno de ir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.
8 Pues también yo soy hombre puesto bajo autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes. Y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
9 Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
10 Y al volver a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.