1 Qué afortunados son aquellos rebeldes a quienes Dios les perdona sus pecados.
2 Qué afortunados son los que el SEÑOR considera inocentes porque no mintieron en cuanto a sus pecados.
3 Todos los días que seguía orando, sin confesar mis pecados, me debilitaba cada vez más.
4 Dios mío, tú hacías mi vida cada día más difícil. Llegué a ser como tierra que se seca en verano. Selah
5 Entonces, decidí confesarte todos mis pecados; no escondí ninguna de mis culpas. Decidí confesarte mis errores, SEÑOR, y tú perdonaste todas mis culpas. Selah
6 Por eso, todos tus seguidores deben orar a ti. Y así, aunque estén en mil dificultades, nada malo les sucederá.
7 Tú eres mi refugio, me rodeas y proteges. Por todos lados te escucho gritándome alegremente que tenga en cuenta que tú me has salvado. Selah
8 «Te enseñaré y te mostraré el camino; te estaré observando y seré tu guía.
9 No sean como el caballo o como el mulo sin entendimiento, a los que hay que sujetar con rienda y freno porque si no, no se acercan a ti».
10 Los perversos reciben muchos sufrimientos. En cambio, quien confía en el SEÑOR está protegido por el fiel amor de Dios.
11 Por eso alégrense y sean felices en el SEÑOR. Alégrense todos ustedes gente honesta.