1 Ustedes los poderosos no son justos en sus decisiones. No están gobernando a la gente como debe ser,
2 sino que tienen la mente llena de maldad. Dan rienda suelta a la violencia en el país.
3 Los perversos se corrompen desde que nacen; los mentirosos se descarrían desde el vientre materno.
4 Su veneno es como el de las serpientes, como el de una cobra sorda que cierra su oído,
5 para no oír la música de los encantadores, ni siquiera del encantador más hábil.
6 Rómpeles los dientes, Dios mío, arráncales a esos leones sus colmillos, SEÑOR.
7 Que su fuerza desaparezca como el agua entre los dedos; que sean aplastados como hierba que se pisa.
8 Que desaparezcan como la babosa que se deshace; que sean como un bebé que nace muerto y nunca ve la luz del sol.
9 Que antes de darse cuenta, ardan como espinos que se queman para calendar la olla. Que sean arrancados con enojo, como hierba mala entre la hierba buena.
10 Y se alegre el justo al verse vengado, como el soldado que pisa la sangre del enemigo.
11 La gente dirá: «De veras los justos son recompensados; es verdad que hay un Dios que gobierna el mundo».