17 Dios mío, tú me has enseñado desde mi juventud y nunca he dejado de hablar de tus obras maravillosas.
18 Dios mío, no me abandones aun cuando esté viejo y con canas, hasta que les cuente a las nuevas generaciones acerca de tu poder y fortaleza.
19 Dios mío, tu justicia llega hasta el cielo; has hecho grandes cosas; no hay dios como tú.
20 Aunque me has hecho pasar por dificultades y malos ratos, me revivirás y me harás volver de las profundidades de la tierra.
21 Acrecentarás mi grandeza y volverás a consolarme.
22 Yo te agradeceré al son del instrumento de salterio, por tu fidelidad, Dios mío; a ti, Santo de Israel, te alabaré tocando el arpa.
23 Te alabarán mis labios y todo mi ser, cantaré a ti porque me salvaste.