3 y él vea venir la espada sobre la tierra, y toque la trompeta y avise al pueblo,
4 cualquiera que oiga el sonido de la trompeta y no se dé por advertido, y al llegar la espada se lo lleva, su sangre será sobre su propia cabeza.
5 El sonido de la trompeta oyó, pero no se dio por advertido; su sangre será sobre él; pero el que se dé por advertido salvará su vida.
6 Pero si el atalaya ve venir la espada y no toca la trompeta, y el pueblo no se apercibe, y al llegar la espada se lleva a alguno de entre ellos, él, por causa de su iniquidad, será llevado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya.
7 A ti, pues, oh hijo de hombre, te he puesto como atalaya de la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca y les advertirás de mi parte.
8 Cuando yo diga al malvado: Oh malvado, ciertamente morirás; si tú no hablas para advertir al malvado de su camino, ese malvado morirá por su iniquidad, pero su sangre yo la demandaré de tu mano.
9 Pero si tú adviertes al malvado de su camino para que se aparte de él, y él no se aparta de su camino, él morirá por su iniquidad, y tú habrás librado tu vida.