7 A ti, pues, oh hijo de hombre, te he puesto como atalaya de la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca y les advertirás de mi parte.
8 Cuando yo diga al malvado: Oh malvado, ciertamente morirás; si tú no hablas para advertir al malvado de su camino, ese malvado morirá por su iniquidad, pero su sangre yo la demandaré de tu mano.
9 Pero si tú adviertes al malvado de su camino para que se aparte de él, y él no se aparta de su camino, él morirá por su iniquidad, y tú habrás librado tu vida.
10 Tú, pues, hijo de hombre, di a la casa de Israel: Vosotros habéis hablado así, diciendo: Nuestras transgresiones y nuestros pecados están sobre nosotros, y por ellos nos estamos consumiendo, ¿cómo, pues, viviremos?
11 Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no me complazco en la muerte del malvado, sino en que se vuelva el malvado de su camino y viva. ¡Volveos, volveos de vuestros malos caminos! ¿Por qué habéis de morir, oh casa de Israel?
12 Por tanto, tú, hijo de hombre, di a los hijos de tu pueblo: La justicia del justo no lo librará el día en que transgreda; y la maldad del malvado no le será estorbo el día en que se vuelva de su maldad; y el justo no podrá vivir por su justicia el día en que peque.
13 Cuando yo diga al justo: De cierto vivirás, pero él, confiado en su justicia, cometa iniquidad, ninguna de sus justicias será recordada, sino que morirá por la iniquidad que cometió.