3 Y el aspecto de lo que vi era como una visión, como aquella visión que vi cuando vine para destruir la ciudad; y las visiones eran como la visión que vi junto al río Quebar; y me postré sobre mi rostro.
4 Y la gloria de Jehová entró en la casa por la vía de la puerta que daba al oriente.
5 Y me alzó el espíritu y me llevó al atrio interior; y he aquí que la gloria de Jehová llenó la casa.
6 Y oí a alguien que me hablaba desde la casa, y un varón estaba junto a mí.
7 Y me dijo: Hijo de hombre, éste es el lugar de mi trono y el lugar de las plantas de mis pies, en el cual habitaré entre los hijos de Israel para siempre; y nunca más profanará la casa de Israel mi santo nombre, ni ellos ni sus reyes, con sus fornicaciones ni con los cuerpos muertos de sus reyes en sus lugares altos,
8 poniendo ellos su umbral junto a mi umbral y su poste junto a mi poste, mediando sólo una pared entre yo y ellos; profanaron mi santo nombre con las abominaciones que hicieron; por tanto, los consumí en mi furor.
9 Ahora echarán lejos de mí su fornicación y los cuerpos muertos de sus reyes, y habitaré en medio de ellos para siempre.