8-9 Coloqué, pues, al vigía sobre la muralla y al fin él gritó:—Señor, día y noche he estado aquí en mi puesto; ahora por fin, ¡mire! ¡Allá vienen jinetes apareados!Entonces oí una voz que clamaba:—¡Cayó, cayó Babilonia, y todos los ídolos de Babilonia yacen despedazados por tierra!