1 ¡Ay de la ciudad de Samaria! Samaria, rodeada de su rico valle, orgullo y deleite de los borrachos de Israel. ¡Ay de su belleza que se marchita, máximo esplendor de una nación cuyos hombres yacen ebrios por las calles!
2 Porque el SEÑOR enviará un poderoso ejército, el asirio, contra ti, el que como enorme granizada se abatirá sobre ti y te derribará en tierra.
3 La altiva ciudad de Samaria —sí, el gozo y deleite de los borrachos de Israel— será lanzada a tierra y pisoteada por pies enemigos.
4 La que fue gloriosa, cuya belleza se marchita lentamente, rodeada por fértil valle, súbitamente desaparecerá; manos codiciosas la arrebatarán como a higo temprano, el que es ávidamente arrancado y devorado.
5 Entonces por fin el propio SEÑOR todopoderoso será su corona de gloria, la diadema de belleza para los que queden de su pueblo.
6 El SEÑOR dará a sus jueces anhelo de justicia y a sus soldados gran valor para que peleen hasta el último hombre defendiendo sus puertas.
7 ¡Pero hoy está gobernada por borrachos! Sus sacerdotes y profetas vacilan y se tambalean, cometiendo estupideces y errores.
8 Sus mesas están cubiertas de vómito, por todas partes hay inmundicia.
9 «¿Quién se imagina ser este Isaías», dice el pueblo, «para hablarnos de esta forma? ¿Somos acaso niños que casi no saben hablar?
10 ¡Nos dice las cosas una y otra vez, renglón por renglón, con palabras tan simples!»
11 Pero no quieren escuchar, ¡el único idioma que entienden es el castigo! Por eso Dios los castigará enviando contra ellos extranjeros que hablan extraña jerga, ¡sólo así le escucharán!
12 Podrían disfrutar de reposo en su propia tierra si obedecieran a Dios y fueran generosos y buenos. Eso les dijo el SEÑOR, pero no quisieron oírle.
13 Entonces el SEÑOR se lo dirá claramente, y se lo repetirá una y otra vez con palabras sencillas hasta donde pueda. Pero ellos tropezarán en este mensaje sencillo y directo; caerán y serán quebrantados, atrapados y capturados.
14 Oigan por tanto la palabra del SEÑOR, burlones gobernantes de Jerusalén:
15 Han firmado pacto con la muerte, dicen, y se han vendido al diablo a cambio de su protección contra los asirios. «No podrán tocarnos», dicen, «pues estamos protegidos por uno que los engañará y los burlará».
16 Pero el SEÑOR Dios dice:«¡Miren, estoy poniendo en Sión una piedra como fundamento; es de gran belleza y probada en su resistencia y rectitud, muy segura para edificar sobre ella! El que crea jamás tendrá que huir otra vez.
17 Tomaré la cuerda y la plomada de justicia para examinar la rectitud y resistencia de los cimientos que han construido. Su apariencia es excelente, pero es tan débil que una granizada los derribaría. Vendrá el enemigo como corriente de agua y lo arrasará, y ustedes se ahogarán.
18 Yo romperé su pacto con la muerte y el diablo para que cuando irrumpa el torrente enemigo sean pisoteados por tierra.
19 Una y otra vez volverá aquel torrente y los arrastrará hasta que finalmente comprendan con horror lo verdaderas que son mis advertencias».
20 El lecho que hicieron es demasiado corto, no caben en él; las frazadas son demasiado angostas y no los cubren.
21 Súbita y airadamente vendrá el SEÑOR, como en el monte Perasín y en Gabaón, para hacer algo extraño e inaudito: ¡destruir a su propio pueblo!
22 Así que no más burlas para que su castigo no sea aún mayor, pues el SEÑOR Dios todopoderoso me ha dicho claramente que está resuelto a aplastarlos.
23-24 Escúchenme, escuchen mi súplica: ¿Siembra continuamente el labrador sin cosechar jamás? ¿Abre el surco eternamente sin sembrar nunca?
25 ¿No siembra al fin sus diversos granos, cada cual en una sección del terreno?
26 Él sabe exactamente qué debe hacer, porque Dios ha hecho que vea y entienda.
27 Él no trilla todo grano de la misma manera. No golpea el eneldo con un mazo, sino con un palo. No se pasa la rueda trilladora sobre el comino, sino que suavemente se le da con una vara.
28 El trigo se aplasta con facilidad, y por eso no lo golpea mucho.
29 El SEÑOR Dios todopoderoso es un maestro admirable y da sabiduría al labrador.