1 ¡Oh SEÑOR, honraré y alabaré tu nombre, porque tú eres mi Dios, tú haces grandes maravillas! Hace tiempo las planeaste y ahora las has ejecutado, tal como dijiste.
2 Tú conviertes en ruinas las grandes ciudades. Las más firmes fortalezas son transformadas en escombros. Hermosos palacios en lejanas tierras desaparecen y jamás son reconstruidos.
3 Por todo ello, temblarán de miedo ante ti las naciones fuertes; despiadadas naciones te obedecerán y glorificarán tu nombre.
4 Mas para los pobres, oh SEÑOR, tú eres como refugio ante la tormenta, sombra contra el calor, amparo contra los hombres crueles que son como tenaz aguacero capaz de deshacer un muro de tierra.
5 Como las nubes refrescan la tierra cálida y seca, así enfriarás tú el orgullo de las naciones implacables.
6 Aquí en el monte Sión en Jerusalén, el SEÑOR todopoderoso brindará un admirable festín para todos los habitantes del mundo: habrá deliciosos manjares, vinos claros añejados y la mejor carne.
7 En aquel día alejará él la nube de tristeza, el ambiente fúnebre que cubre la tierra.