6 Mira, aquí tengo escrito el decreto: ¡No guardaré silencio, daré a cada quien lo que se merece! Sí, les daré su merecido pago,
7 y no sólo por los pecados de ellos, sino por los de sus padres también, dice el SEÑOR, porque también ellos quemaban incienso en los montes y me ofendían en las colinas. Les voy a dar su merecido pago.
8 Pero no los destruiré a todos, dice el SEÑOR, porque así como entre los racimos de uvas malas aparecen algunas buenas (y alguien dirá: «¡No las arrojes todas; hay algunas uvas buenas!») no destruiré a todo Israel, porque tengo entre él algunos siervos fieles.
9 Preservaré algún remanente de mi pueblo para que posea la tierra de Israel; los que yo seleccione la heredarán y allí me servirán.
10 Y para aquellos de mi pueblo que me hayan buscado, los valles de Sarón volverán a estar llenos de rebaños y el valle de Acor será sitio para pastorear manadas.
11 Pero ya que el resto de ustedes ha abandonado al SEÑOR y su templo, y adoran dioses de la «Suerte» y del «Destino»,
12 yo los «destinaré» a la espada, y su «suerte» será terrible, pues cuando llamé no me respondieron, cuando hablé no quisieron escuchar. Deliberadamente pecaron ante mi vista y resolvieron hacer a sabiendas lo que yo desprecio.