22 Tráiganlos y declárennos lo que ha de suceder; dígannos lo que ha sucedido desde el principio, y lo consideraremos en nuestro corazón, para que sepamos también su final; y hacednos entender lo que ha de venir.
23 Declaradnos lo que ha de venir después, para que sepamos que vosotros sois dioses; haced algo, sea bueno o malo, para que lo temamos y lo veamos juntamente.
24 He aquí que vosotros no sois nada, y vuestras obras son vanidad; abominación es el que os escoge.
25 Del norte desperté a uno, y vendrá; del nacimiento del sol invocará mi nombre; y pisoteará príncipes como a lodo, como pisotea al barro el alfarero.
26 ¿Quién lo declaró desde el principio, para que lo supiéramos; o de tiempo atrás, para que dijéramos: Es justo? Ciertamente no hay quien lo declare; sí, no hay quien lo anuncie; ciertamente no hay quien oiga vuestras palabras.
27 He aquí, yo soy el primero que he declarado estas cosas a Sión, y a Jerusalén daré un portador de buenas nuevas.
28 Miro, y no hay nadie; y entre ellos ningún consejero hay; les pregunto, y no responden palabra.