Job 37 RVR1909

1 También ante esto se estremece mi corazón y salta de su lugar.

2 Oíd atentamente el fragor de su voz y el estruendo que sale de su boca.

3 Debajo de todos los cielos lo suelta, y su luz hasta los confines de la tierra.

4 Después de ella ruge una voz; truena él con la voz de su magnificencia, y no los detiene cuando se oye su voz.

5 Truena Dios maravillosamente con su voz; él hace grandes cosas que nosotros no entendemos.

6 Porque a la nieve dice: Desciende a la tierra; también a la llovizna y a los aguaceros torrenciales.

7 En la mano de todo hombre pone un sello, para que todos los hombres reconozcan su obra.

8 La fiera entra en su escondrijo y permanece en su guarida.

9 Del sur viene el torbellino; y el frío, de los vientos del norte.

10 Por el soplo de Dios se da el hielo, y la expansión de las aguas se restringe.

11 También carga de humedad la densa nube, y con su luz esparce la nube.

12 Asimismo, por sus designios, giran las nubes alrededor, para hacer sobre la faz del mundo, en la tierra, lo que él les mande.

13 Unas veces por corrección, otras por causa de su tierra, otras por misericordia las hará aparecer.

14 Escucha esto, Job; detente y considera las maravillas de Dios.

15 ¿Sabes tú cómo Dios las pone en concierto y hace resplandecer la luz de su nube?

16 ¿Conoces tú la armonía del movimiento de las nubes, las maravillas del que es perfecto en conocimiento?

17 ¿Por qué están calientes tus vestidos al sosegarse la tierra a causa del viento del sur?

18 ¿Extendiste tú con él los cielos, firmes como un espejo de metal fundido?

19 Muéstranos qué le hemos de decir, porque nosotros no podemos ordenar las ideas a causa de las tinieblas.

20 ¿Será preciso decirle que yo hablo? Si el hombre habla, ciertamente será consumido.

21 Mas ahora ya no se ve la luz resplandeciente entre las nubes; luego pasa el viento y las despeja,

22 viniendo de la parte del norte la dorada claridad. En Dios hay una terrible majestad.

23 Al Todopoderoso no alcanzamos; él es grande en poder; y en juicio y en abundancia de justicia no afligirá.

24 Por tanto, le temen los hombres; él no estima a ninguno que se cree sabio en su propio corazón.

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